Texto y fotos: Jorge Casado
Vivimos en la prisa del día a día , a ciegas, obviando los detalles.
Transcurrimos en el trabajo, responsables, monetizando al máximo las horas que extrañan nuestros familiares.
De la calle desconocemos los sonidos afables y ruidos de la ciudad que muchas veces nos alertan, con par de audífonos puestos, que nos muestra a los ojos una mímica aislante, que nos tiende a deshumanizar.
Estamos atentos como lechuzas en la noche a tantos hechos violentos y morbosos para ser
los primeros en contaminar las redes y estresar a millones de seguidores que escasamente reciben noticias de regocijo o alentadoras.
Recriminamos a nuestros hijos si sus notas no son las esperadas al final de año, pero no los felicitamos cuando reciben reconocimientos y se superan comprometidos en ser útiles a la sociedad
Nos sentamos frente al mar una tarde normal y nos perdemos desde la orilla al horizonte, entre sus azules y verdes degradados, con la brisa que susurra al oído un canto indefinido y acariciador sin ningún costo, a pesar de todo no somos capaces de agradecer al Creador su regalo.
Cuando podamos imaginar o volar como palomas silvestres en medio de un amanecer, envueltos en la magia de un nuevo día alegre, que nos haga pronunciar por doquiera mil bendiciones, haciéndose un eco universal de agradecimiento y respeto a la vida..seremos más humanos.
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