Nueva York, Estados Unidos .- Parecía una historia con un final feliz, pero terminó en un charco de sangre en una calle: cuando, hace dos años, salió de la prisión por buena conducta y con un diploma de enfermera, la ex adolescente asesina Paula Cooper parecía lista para una nueva vida, pero terminó disparándose en la cabeza con un revólver.
La policía la encontró sin vida fuera de la residencia de Indianápolis donde vivía.
Dentro de pocos meses iba a terminarse su libertad condicional. Paula, que por cometer un crimen fue condenada a la silla eléctrica y por quien en los años 80 se movilizó Europa y el Vaticano, iba a ser una mujer verdaderamente libre. Qué fantasmas del pasado o más recientes le bloquearon el
camino y la empujaron al suicidio?.La policía la encontró sin vida fuera de la residencia de Indianápolis donde vivía.
Dentro de pocos meses iba a terminarse su libertad condicional. Paula, que por cometer un crimen fue condenada a la silla eléctrica y por quien en los años 80 se movilizó Europa y el Vaticano, iba a ser una mujer verdaderamente libre. Qué fantasmas del pasado o más recientes le bloquearon el
Paula había prometido trabajar con Journey of Hope, la organización anticrimen y contra la pena de muerte del sobrino de su víctima, Bill Pelke. Paula Cooper tenía 15 años cuando asesinó a Ruth Pelke y entonces fue condenada a muerte. En un principio, Bill Pelke estuvo de acuerdo con esa sentencia pero luego cambió de parecer, y perdonó a Paula Cooper. "Quería reparar, quería explicarles a los jóvenes que el crimen no salda, que existe siempre en la vida la posibilidad de hacer la cosa justa", se informó.
Pero algo no funcionó. Paula Cooper tenía miedo de la vida en libertad y se lo había confiado a Pelke poco antes de salir de la cárcel.
"No sé escribir un cheque, pagar una factura", se lamentaba. Pelke le había ofrecido ayuda pero ellos habían tenido encuentros esporádicos en los últimos dos años. "Un final insólito de un caso trágico", comentó el abogado de Indianapolis Jack Crawford, que era el fiscal cuando Paula Cooper fue incriminada. Ella tenía 15 años y un pasado de víctima del incesto cuando, hace 30 años, asesinó a la anciana Ruth Pelke, quien era profesora de religión.
La adolescente le dio 33 cuchilladas durante un robo con dos amigas. Su destino habría sido la silla eléctrica si no hubiera habido una movilización internacional a su favor.
En 1987, fue el papa Juan Pablo II el que pidió que no se le quitara a vida a Paula Cooper, cuyo cayo puso en evidencia las atrocidades que permitía la ley en Indiana, porque admitía la pena de muerte para niños sobre los 10 años.
Sólo en 1989, después de una sentencia de la Corte Suprema que había abolido la pena de muerte para los chicos de menos de 16 años, la magistratura conmutó el castigo en 60 años de cárcel, que lograron reducirse a 27 por demostrar buena conducta.
Fuente: Ansa Latina.-
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